Pasan unos minutos de las cinco de la tarde, y mientras otros internos moldean a unos metros planchas de cuero o barajan mecánicamente unas sobadas cartas, la pequeña aula que sirve de escenario al Taller de Prevención de la Violencia de Género a este lado de la prisión (los jueves son para las mujeres) se va llenando. Uno a uno sacan notas que poner en común, algo con lo que contribuir a un interminable debate al que se volverá a poner voz pública el 25 de noviembre. «Inteligencia emocional», «techo de cristal», «jueces y leyes» o «arrepentimiento» son sólo algunas de las palabras que rebotarán entre esas cuatro paredes. «Es como un;¡ vacuna que tomamos contra este tipo de cosas», explica a la extraña uno de los anfitriones (llamémosle Joao) sobre la razón! de su presencia en un curso voluntario que reúne a condenados por malos tratos, delitos sexuales o comunes. Sus asistencia es valorada en positivo, por ejemplo, para un vis a vis familiar. «Desde un principio, y para que los maltratadores no se sintieran acorralados, "quisimos que el grupo fuera heterogéneo.
- Marisa León Foro Feminista
Además, la presencia de otros presos no relacionados con estos delitos sirve de balanza», matiza la agente de Igualdad de Oportunidades, Marisa León. Con un matiz. «No somos psicólogas ni pretendemos hacer terapia individual», advierte y asume que el trabajo de reeducación es lento. Por regla general, «literalmente no reconocen en ellos mismos comportamientos machistas, pero esto también pasa en la sociedad».
Aun así, lo conseguido hasta ahora no es poco. El hermetismo o las ideas preconcebidas han ido dejando paso al diálogo, «rendijas» para mensajes en positivo. «Lo que hacemos aquí es abrir miras ante un mismo hecho. Lo que antes te parecía normal, ahora no», profundiza en nombre del grupo uno de sus componentes de mayor edad, bautizado en estas líneas como Santiago. «Es una oportunidad de darme cuenta de cosas en las que antes jamás habría caído, pero también una manera de estar entretenido», corrobora con una sonrisa Ángel.
Pero, ¿qué cosas? «Que todos los españoles somos iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de sexo», apunta alguien parafraseando a la Constitución. Al tiempo, y enfundado en una llamativa chaqueta, Jorge se pregunta en voz alta «cómo entender que un agresor mate a su mujer y después se suicide». «Que una mujer muera a manos de su marido es atroz», sentencia Ángel antes de que entre en juego un pero muchas veces planteado y generador de polémica fuera de estos barrotes. «Estamos de acuerdo en que éste es un problema grave con consecuencias extremas como la muerte y estamos de acuerdo con la evolución de la mujer, pero ¿qué pasa con esas mujeres que utilizan la ley en su beneficio?», pregunta Nelson, el único que pone nombre al delito que le llevó a Villanubla y el que más insiste en el «escaso apoyo institucional» a los programas de rehabilitación. Terapias como las ya desarrolladas en esta cárcel que ayuden al agresor, hablan de nuevo ellos, «a saber identificar una reacción irreflexiva y ponerse en el lugar de la víctima. A controlar los impulsos, «contar hasta diez» y saber resolver los conflictos a través del diálogo y sin levantar un puño. Técnicas que, junto a la adquisición de otras habilidades sociales, forman parte del programa del taller.
REINSERCIÓN. Todo en nombre de la reinserción social, en la que todos creen sin fisuras. «Las medidas represivas no atajan el problema, sólo lo desplazan en el tiempo», sentencia con voz ronca otro de los más veteranos del aula. «Una persona que de verdad está arrepentida puede cambiar su conducta porque aquí lo que sobra es tiempo para darte cuenta de los errores que se han cometido», añade Santiago ante el silencioso asentimiento generalizado, «un maltratador no es un monstruo, es la consecuencia de una sociedad que no ha sabido educarle». Y he ahí su solución, una educación en valores a la que aluden a la mínima y que, ahora es el tiempo de Enrique, evitaría «que los agresores fueran cada vez más jóvenes». El deseo de todos, imposible a este lado de la realidad, trasladar a sus compañeras de experiencia (la mayoría, víctimas inconscientes de esta lacra) sus inquietudes. En un cara a cara.
Fuente: El Día de Valladolid 17-XI-2006